jueves, 13 de enero de 2011

La historia del Bolígrafo de Gel Verde







"El bolígrafo de gel verde” narra, con un vocabulario llano, plagado de antítesis y ricas descripciones de sentimientos, dos meses a lo largo de la vida de un hombre (que juraría no tiene nombre por más que lo he rebuscado) de 40 años que está agobiado con su vida. Sólo ve a su mujer 3 horas al día, a su hijo sólo media hora y la culpa ¿quién la tiene? La vida, la vida que llevamos todos (y a lo mejor debo decir que con los tiempos que corren somos afortunados), la vida que nos exige que nuestro tiempo lo empleemos en trabajar. No hay tiempo para disfrutar, así es la vida de hoy en día, con lo cual, creo no equivocarme al decir que nuestro protagonista es un personaje anónimo, uno más de esos que nos cruzamos cada día en la calle y de los que casi todos nosotros formamos parte.

La historia de una novela contada por su protagonista




Una tarde de 2006 me senté frente al ordenador con una idea fija en la cabeza: escribir una historia del día a día, una historia que fuese capaz de penetrar más allá de la mirada de un lector, una historia capaz de permanecer en el recuerdo. Pero sobre todo, deseaba escribir la novela que a mí me hubiese gustado leer.

Invertí más de dos años en terminarla, miles de horas inventando personajes, capturando pedazos de realidad, creando situaciones cotidianas pero escondidas, sentimientos comunes pero disimulados; en resumen, invertí una pequeña parte de mi vida en crear otras vidas.

Fue a mediados de 2009 cuando la acabé. Aquella misma noche, la última de creación, encendí nervioso el ordenador para comunicárselo. Pulsé sobre el archivo y lo abrí, y allí apareció ella. Me quedé mirándola, pasando páginas sin leerlas, hasta que llegué a la última de las frases, a la última de las palabras: “Estás perfecta”, le dije.

Recordé con los ojos cerrados esos dos años juntos; todas las horas, tardes, días y noches que habíamos pasado acompañados; todas esas madrugadas en las que yo acababa dormido sobre el teclado; todas esas risas y todas esas lágrimas que compartimos durante tanto tiempo, que compartimos mientras la estuve escribiendo. Y tras el paso de unos minutos en ésa, nuestra intimidad, me hizo una pregunta para la que yo no tenía respuesta: “¿Y ahora qué?”

¿Y ahora qué?… Había estado tan inmerso en su creación que no me había planteado qué haría después con ella, qué haríamos. No tenía respuesta. Nunca pensé en su existencia más allá del nacimiento; nunca pensé que no quería quedarse en Nunca Jamás para siempre.

Durante varias semanas, cada noche, me acercaba al ordenador, lo encendía y la miraba, en realidad nos mirábamos. Así nos podíamos pasar horas, cada uno en una orilla, como dos conocidos que jugaban a no encontrarse; que, entre reproches y disculpas, jugaban a verse sin mirarse. Y fue durante esas noches cuando me di cuenta de que, tras esos dos años, ella ya había conseguido estar completa y yo, en cambio, me había quedado vacío. Fue cuando me di cuenta de lo más importante: una novela nace para ser leída.

Así que decidí ser yo mismo quien le devolviera la vida, ser yo quien la publicase. Aún recuerdo la tarde en que se lo dije, aún recuerdo su sonrisa, sus ganas por salir de aquel ordenador que se había convertido en cárcel.





La Autoedición:
Opté por editarla yo mismo. Si había sido capaz de estar durante dos años escribiéndola; ¿por qué no iba a poder editarla? Le comuniqué la decisión. “Cariño”- le dije- “eres lo mejor que ha salido de mis manos, te escribí para ser leída. No voy a permitir que nadie te desprecie sin ni siquiera llegar a leerte, tú no has nacido para eso”.



Y fue así como ella y yo, mi obra y su autor, comenzamos el camino juntos. Trabajamos de nuevo durante meses; días y noches en los que estuve jugando con sus formas, buscándole el mejor formato, el mejor tipo de letra, la distancia exacta entre sus huesos que eran líneas, entre sus órganos que eran párrafos… Le busqué una buena imprenta para dotarle de una piel de papel.

Ahora ya sólo faltaba distribuirla. Podría haber contratado a una empresa, pero sé que ella nunca se hubiese atrevido a ir sola, estuvimos demasiado tiempo juntos; así que finalmente decidí acompañarla a todas partes. Admito que al principio fue difícil, en algunas librerías ni siquiera nos recibieron: “no van ustedes por el canal adecuado”, nos decían. Y en las que lo hacían tampoco nos tomaban muy en serio, pues dejaban los ejemplares en lugares demasiado escondidos, lugares donde ella no podía lucir aquel traje que tanto le gustaba.

Por eso decidí ayudarla un poco más, pues un libro abandonado tiende a hacerse invisible en muy poco tiempo. Por eso he estado durante muchos días, durante muchas horas, de pie fuera de las librerías, repartiendo marca-páginas y hablando uno a uno con todos los posibles lectores. Aún recuerdo cada vez que iba a una librería y les intentaba convencer para que me dejasen estar todo el día en la puerta promocionando la novela.

Y así, con mi insistencia y su calidad, poco a poco la situación fue mejorando. Y claro, con el aumento de ventas, comenzaron a tratarla con respeto, incluso con cariño que era más importante. Cada vez estaba más visible, en mejores estanterías y junto a mejores novelas. Tendrían que haber visto su cara el día que la colocaron junto a una de Saramago.

También he de reconocer que tuve mucha ayuda, pues mis padres la adoptaron, como a ese nieto que aún no han tenido. Y si mi padre se encargaba de recoger los paquetes de libros que iban llegando de la imprenta, y llevármelos a la librería en la que estaba de promoción, fue mi madre la que ejerció un papel más sentimental, pues a partir del nacimiento de la novela se dedicó a llevar siempre un ejemplar en el bolso para enseñarla en cualquier pescadería, mercado, frutería y demás establecimientos por los que habitualmente pasaba. Una parte de ella -a la novela me refiero- se acostumbró a vivir al abrigo de una madre que no era biológica, pero sí adoptiva.

Y así, conforme pasaba el tiempo, cada vez más lectores preguntaban por la novela, la buscaban o comentaban sobre su trama sin saber que ella estaba ahí, sobre cualquier estante, escuchándoles.



La Promoción:

Posteriormente, en mi rol de padre que quiere ver crecer a su criatura, intenté llevarla a lugares más grandes, más importantes, como El Corte Inglés, FNAC, etc. En la mayoría de ellos, al principio me respondieron con negativas: “no va por los cauces adecuados”, me decían. Pero yo volvía de nuevo a intentarlo, y volvía y volvía, hasta que finalmente me permitían ponerlas a la venta e incluso me dejaban estar por allí promocionándola.

Y así, poco a poco, ciudad a ciudad y librería a librería, creamos lo que ambos denominamos TOUR 2010; que, recuperando el espíritu de las bandas de rock, consistía en coger el coche, llenar una maleta con decenas de ejemplares e ir, por distintas ciudades, dando a conocer la novela. Ciudades que normalmente no escogía yo, sino los propios lectores, pues ellos con su insistencia convencían a librerías, organizaciones, ferias… para que me dejasen estar allí promocionando la novela.


Durante esta pequeña aventura me he dado cuenta de que eso que llaman “boca a oreja” funciona mucho más rápido a través de las redes sociales, pues no había día que en Facebook no tuviese mensajes de apoyo, recomendaciones del libro, crónicas del mismo, opiniones…



Espasa:

Finalmente conseguí ponerla a la venta en La Casa del Libro de Castellón. Inmediatamente lo comuniqué en Facebook y cientos de personas escribieron una opinión sobre el libro en la web www.casadellibro.com. Consecuencias: gracias a todas esas opiniones la novela se situó como la segunda más valorada en portada de la web, y quizás gracias a eso finalmente la novela llegó a oídas de la editorial Espasa.

La leyeron, les gustó y se pusieron en contacto conmigo para poder distribuirla en toda España.

Toda esta pequeña aventura continúa el 13 de enero de 2011, día en el que la novela se pondrá a la venta, a nivel nacional.

.

P.D.: Tras varios meses de TOUR me quedo, de por vida, con una experiencia que me ha aportado amigos en muchas ciudades, compañeros de aventura en ferias, lectores que simplemente venían a saludarme, personas que me han contado sus pequeñas o grandes historias mientras hablábamos de libros, cientos de fotografías y millones de recuerdos. Y sobre todo me he dado cuenta de que a veces los molinos no son tan grandes como los vemos.

FUENTE http://www.elboligrafodegelverde.com/

2 comentarios:

Isabel dijo...

¡Sorprendente! Habrá que leerlo.

Sara Rivas dijo...

Entusiasta emprendedor!!

Publicar un comentario

Me encanta que participes y nos aportes tu visión! Graciñas! @comunican2e